domingo, 25 de abril de 2021

A La Costa

 

Cartagena de Indias

Continuación a mi anterior entrada  --Excursión a la Costa Atlántica en tren-- ...

Se siente el clima vaporoso de la mañana en Santa Marta, dirigiéndonos al centro de la ciudad con equipajes, recuerdo a mi papa haciendo los arreglos, contratando un micro bus, el transporte que nos llevaría a la candelosa Barranquilla, icono de la metrópoli costera conocida por su bullicio, amenizado por los tradicionales pickups, calor, movimiento comercial, alegría y desparpajo de su etnia.


De izq. a derecha: Ernesto y Jorge (gemelos), mi papá, Hugo, mi mamá -Lilia- (entusiasta sonrisa), German. 
Abajo: Gabriel, Jaime y Esmeralda. Falta Aida..? Seguramente estaba detrás de la cámara.


Arribamos, por la tarde, la víspera de la nochebuena, nos hospedamos en el céntrico 'Hotel Presidente', se sentía los sonidos del comercio, altoparlantes de los locales que ofrecían cuanto cachivache en competencia a las ventas ambulantes, el micro-bus parqueo en diagonal en la calle, el sol canicular disminuye a los turistas bogotanos, por la puerta de la derecha nos apeamos del micro, bajamos las maletas, luego la registración en el lobby, desde donde diviso de espalda a  Aida, la hermana mayor del grupo en esta diligencia.

Enmarcado el piso de baldosines azul y blanco,  acto seguido,  nos asignaron habitaciones en el segundo piso, con una pequeña ventana, vista a la calle, un rayo de sol lateralizado reflejaba las pequeñas partículas del ambiente, luz de bombillo incandescente y lamparita de mesa de noche,  pasamos la navidad, nuestra primera noche en Barranquilla. Cansados, sudados, recalentados, nos instalan en una habitación de camas sencillas con mis hermanos, Jaime, Hugo, un ventilador de pared que se bamboleaba y repartía un aire no tan sofocante más bien refrescante, nos conforta la habitación y quedamos fundidos hasta el nuevo día.  Germán y los gemelos --Jorge Demetrio y Ernesto Aquiles-- en otro cuarto, al cual no recuerdo haber asomado las narices. Tampoco se donde se hospedaron mis abuelos maternos, bellos personajes que imprimían amor, respecto, ejemplo de sencillez y orden  --José Agustín y Clementina-- y la prole de mi tio Agustin..? 

Al amanecer del 25, recibimos nuestros regalos del Niño Dios, que para los menores eran flotadores de lona de colchón de aire, de tres cámaras, que iban alrededor del pecho y amarraban en la espalda con tirantes, el mío era gris, igual el de Jaime, en cambio el de Hugo era naranja, Esmeralda era el típico modelo de plástico como un neumático de colocar por la cabeza; sumado a algún otro juguete que no sobresale al buscar en el disco duro...?! Y, por supuesto, ropa que no faltaba siempre en nuestros aguinaldos.

Seguimos nuestro recorrido por la costa, disfrutando de la brisa marina, el horizonte enmarcado en azul marino, esquivando rayos del astro rey al curveteo del expedicionario micro; luego de nuestro día de tránsito en esta capital, por la tarde nos desplazamos a Cartagena de Indias, donde arribamos al caer el sol,  a la casa del mas querido amigo de mi padre  --Nicolás Hernández Cabarcas-- también compositor, afinador de pianos, delegado de la sociedad en la capital del departamento de Bolívar, casado con Águeda, su adorable esposa, robusta,  piel trigueña, mujer amable de generosas expresiones con marcado acento costeño,  sus hijos, Ernesto, Hortensia... nos acogen con genuina sonrisa y atenciones por doquier. 

Era una casa esquinera, de un piso, en el popular barrio Martínez Martelo, con vista al 'mar-a-lago'  --Ciénaga las Quintas-- que hoy bordea  la avenida 'El Lago' y te desplaza al legendario mercado Bazurto, otrora una ensenada de aguas turbias, no tratadas, quietas, de rebordes pantanosos donde proliferaban los zancudos.

Los saludos de rigor, abrazos y bienvenida calurosa, nos hospedan en una habitación con una luz tenue, ventilador de aire caliente; acomodados ya  para pasar nuestras noches en La Heroica, como enfatizaba  Nicolasito,  hombre pulcro de camisa y pantalón blanco de fino doblez, --lo encontraba uno tarareando composiciones o musicalizando acordes entre los dientes-- hijo orgulloso de esa histórica urbe. De saludo a plena sonrisa y diminutivo afectivo: "Como esta Gabrielito..?" Nos recibieron con todo su cariño y aprecio. 

Invadiendo y desplazando - éramos 10;  nos acomodaron con los mejores sentimientos; dormimos plácidamente; amaneciendo silenciosamente, --para no molestar..!? Atisbo a reconocer en el desayuno con chocolate, pan,  la reconocida mantequilla salada, en pote de vidrio,  la misma que el anfitrión llevaba de presente a mis padres cuando iba por Bogotá todos los marzos a la asamblea general de la SAYCO, era su delegado en los albores en esa turística ciudad.

Al día siguiente, 26 de diciembre, ya en almorzando habíamos ido a  saludar a los abuelos y demás primos que se hospedaron en el Hotel España en la playa de Marbella. Donde mi abuela Clema ya se había dado su primer baño de mar, buscando alivio para sus dolores del reuma, nosotros también habíamos llevado el 'chingue' de baño, adjetivo usado para los recatados trajes, darnos nuestro propio chapuzón marino en compañía de los primos,  pero obviamente por conocer y el placer de visitar la costa Caribe, icono del turismo en Colombia. Aprovechando los beneficios de los tiquetes a que tenían derecho por mi abuelo materno por ser pensionado de los Ferrocarriles Nacionales -FFNN- .

Sobre el atardecer, veo preocupación en la cara de mi papá, desencajado, nos comenta que Luis, uno de los hijos menores --contemporáneo primo--  de mi tío Marcos había sufrido un accidente y murió en Tocaima, en una improvisada plaza de toros, en la esquina de la casa de ellos, lote donde hacían estos eventos, un camión al dar reversa tumbó el muro donde el estaba en junta con otros aficionados a las corralejas y presentaciones de ganado, populares en los pueblos colombianos. No se como ubicaron a mi papa o si fue el quien llamo..? Con esa triste noticia... Nos fuimos para la casa de Nicolasito,  pensativos, acongojados, en apoyo a nuestro padre, que después fue a buscar teléfono para comunicarse con su hermano, solidarizarse con su familia y expresarle nuestro pesar.

Avanza la correría turística, y llega el día donde de la mano de nuestro papá no podía faltar la visita a conocer el Castillo de San Felipe de Barajas, al corrillo de un guía, empieza nuestra caminata por ese histórico monumento que protegía la ciudad en época de la colonia de invasores y piratas. Dentro de los corredores y pequeñas ventanillas, silbábamos, hablábamos duro, bajito y emitíamos sonidos para interpretar el eco y la enseñanza que así se comunicaban los guardas para anunciar presencia de intrusos o simplemente identificarse entre ellos, nos explicaban.


De izquierda a derecha: Agustín jr. Agustin abuelo, Alicia, tío Agustín, prima Magda, abuela Clema. 
Abajo: primas Mercedes, Clemencia, hermana Esmeralda. A la derecha,  señora  en averiguación..?!

Una tarde, nos organiza y nos lleva a conocer el cerro de la Popa, escalamos por trocha, caminando, donde había un monasterio --el claustro del convento de la Popa-- al bajar terminamos cansados y nos deleitan con jugos, batidos de frutas, exóticas para nosotros, populares del Caribe como mameyes, zapotes, nísperos... Esperando la chiva --sin timbres-- en el centro de la ciudad, creó era alrededor del parque de la Independencia. Nos llamaba la atención la forma de la gente solicitar la parada del bus, con la expresión: 'aguántalo firme'.

Otro día, para llegar a Bocagrande caminábamos a paso firme, claro mis hermanos y mi papa, yo no era tan fuerte como ellos y me costaba trabajo, seguirles la dinámica, íbamos sobre las sombras vespertinas por entre piedras de mar --rocas con filos fuertes, grisáceas, amorfas-- que utilizaban en las obras para delimitar las construcciones del camino para los peatones y finalmente llegamos al sitio turístico por excelencia donde nos reuníamos y los grandes hablarían y organizaban las jornadas siguientes y los menores, ahí pendientes sedientos de gaseosas, negadas por nuestro líder, solo agua y naranjas era posible.

Ya en enero, la excursión se dirigió a la enigmática playa de Bocachica, que se ubica en la Isla de Tierra Bomba, fuimos al muelle, se percibía olores nauseabundos, nos compraron tiquetes; con gran expectativa por la travesía en lancha, nos colocan salvavidas y zarpa la nave, hace escala en el Castillo de San Fernando, a ver el fantasioso foso de los tiburones, sin descontar que donde atracan estas embarcaciones cargadas de turistas se reúnen expertos y hábiles nadadores nativos, jovencitos y niños, piden que les tiren monedas al mar, ellos se sumergen y las rescatan echandoselas a la boca, práctica desconocida que impacta a los viajeros. 

Intención llevaban mis abuelos de comprar vajillas de porcelana china,  que se conseguían bonitas, originales y a buen precio. Compraron tipo tintero y de pocillo chocolatero, bebida que les acompañaba el desayuno y la tarde indistintamente. Luego las vi en la comoda verde y amarilla esquinera en su casa de la Cra. 9a. y surtian la hora del te. Igualmente mi abuela Clema, conversaba con mi mama,  y querían unas peinillas de carey, {sacadas de la tortuga del mismo nombre -hoy en estado crítico de extinción-} por supuesto, que compraron y llevaron para uso y de souvenirs, también moños para amarrar el cabello, recuerdo en particular uno que tenía los dientes del peine para enganchar el cabello que lo atravesaba con un eje de lado a lado; y chanclas, que después en su casa de Tocaima, cuando se percato que yo me las ponía, al punto que cuando llegaba me las escondía, porque se las acababa y agrandaba, era número 33, je je..!

Los días turísticos de playa, brisa y mar se derretían por el paso inexorable del tiempo. ya el 6 de enero en la la playa de Marbella, tarde fresca, ligeramente grisácea con sol atenuado al horizonte, mientras jugábamos tirando un balón de playa con mis hermanos, al salir corriendo a cogerlo me trastabille y caí... Lloraba y me quejaba de dolor, a lo que mi papa se acerco, me alzo en sus brazos, averiguaba que paso..? Al darse cuenta que no paraba mi dolor, hablando con mi mama, revisándome la pierna, me sacaron  afuera del arenal. Cogimos un taxi, verde, Ford 61, de taxímetro con la palabra 'libre' iluminada, que al bajarla, manualmente, empezaba a correr la tarifa; le indicó al chófer que nos llevara al hospital de Manga, un sanatorio  en el arbolado y aristócrata vecindario del mismo nombre, donde las casonas transformaban el uso de la tierra a zonas comerciales.

El afanado taxista parquea el móvil lanzando con fuerza la barra de cambios hacia adelante (al parking, eran carros de transmisión automática) por la entrada de emergencias, sale el portero, luego aparece un doctor y después de una primaria evaluación médica, en un lánguido consultorio, --sobre una camilla de hule negro y patas verde menta-- ordena radiografía de la pierna izquierda; nos informan que me he fracturado la tibia; el facultativo procede a cuadrar el hueso a ojímetro, luego a enyesar, con una banda de tela --gasa-- enjuagada en el idóneo material, se seca rápidamente e inmoviliza la pierna, mano alzada pinta el hueso sobre el yeso, señala y dibuja la fractura. Le informa a mis papas que debo tener ese enyesado por un mes y retirarlo; pasados los 30 días, se me había enflaquecido la pierna, tuve que volver a aprender a caminar, pues no podía, me dolía la pierna al apoyar el pie, alrededor de la cama de ellos, en el barrio Los Alcázares, pasados 2-3 días, con la ayuda materna voy dando señas de recuperar la movilidad.

La víspera de nuestro retorno fue de receso vacacional, estuvimos en la casa de hospedaje y almorzamos con sancocho de pescado; de matinée, caminata a rayo del sol a un cementerio cercano a visitar la tumba de un amigo de mi papá cerca del barrio donde estábamos. 

El 8 de enero, abordamos vuelo de Avianca, a las 8 pm. Subimos al avión, un super constellation de franja azul oscura, plateado, 4 motores con hélices, un pantallazo inolvidable  --screenshot--, singular novedad, mirar el entorno de la nave, las alas, los motores, las luces, la cabina, las sillas, el portentoso ruidaje del entorno, todo en su contexto; mi papa me sube alzado por las escalinatas portátiles suministradas para abordaje en la mitad del muelle; el retorno a Bogotá, fantástica sorpresa final de este periplo por la Costa Atlántica de que nos devolvíamos en avión..! Ese fue mi primer vuelo en estas maravillosas naves que acercaron el mundo, tanto como la internet...?!

Los deleito con este bello -Porro- de Jorge Olaya Muñoz, dedicado a esa tierra costera de grandes amigos y placeres que lo inspiraron, complacido les dedico esta melodía, titulado: A La Costa.

 



Fotocopia del original donde esta escrita la letra del contagioso Porro.